Homosexualidad




Hay un tema que resulta difícil abordar y se evita para no desatar el repudio de algunos grupos. Ocurre como con el malvado de las historias de Harry Potter… “el que no se puede nombrar”, que pareciera que si se menciona atraerá sus males o contagiará misteriosamente a juventudes perdidas y sugestionables. No creo en la estrategia del avestruz e ignorar la realidad de la homosexualidad no la borra y dificulta ayudar a quienes necesitan afrontarla. La verdad es que a menudo surge en consulta o en una conversación casual la difícil pregunta de “qué hacer cuando se sospecha que un hijo, hija u otro familiar pudiera tener otra orientación sexual”.  No es mi intención embarcarme en la complicada argumentación de si es normal o antinatural, correcto o inmoral y menos en aspectos religiosos o de la mitología popular. En el ámbito de la Psiquiatría NO se considera una patología y por lo tanto no aparece codificado en los manuales de trastornos mentales. Las investigaciones científicas no reportan mayor psicopatología en homosexuales que en heterosexuales, siendo importante aclarar que una orientación homosexual no implica toda esa serie de catastróficas asociaciones fantaseadas de: perversión, promiscuidad, drogas, inmoralidad, enfermedad, perdición, etc. Hablamos de homosexualidad cuando una persona siente una predominante atracción hacia otras del mismo sexo. Sus fantasías sexuales se dirigen completa o casi completamente hacia personas de su mismo género y esto ha sido así desde la infancia. Como la conducta homosexual, al igual que la heterosexual, puede ser inhibida, una persona no necesita haber tenido actividad sexual para ser considerada homosexual. Las investigaciones apuntan a una base neurobiológica que explica esta variante de la sexualidad humana. Lo importante de esta implicación es aclarar que NO es una elección libre, ni algo que podemos modificar con fármacos, terapia y menos aún con persecutorias amenazas sociales o religiosas y sobre todo… NO ES CULPA DE NADIE. La culpa sobra, no es culpa de los padres, ni de la persona homosexual, ni de sus amigos o la sociedad… simplemente es un hecho real, una condición humana que puede estar presente y con la que hay que aprender a vivir. Se teme al sufrimiento que afrontarán por el posible escarnio y rechazo “social”. Es cierto que en el colegio y especialmente los varones, podrán ser objeto de bromas y todos hemos escuchado malos chistes y los términos peyorativos que se les aplican. Sin embargo no es menos cierto que cualquier minoría o rasgo que haga diferente a un niño le hará acreedor de bromas: ser niña, de otra raza, otra religión, gorditos, bajitos, alto, pecoso, inteligente, etc. El ser humano parece ser alérgico a la diferencia y la convierte en razón para el escarnio o la exclusión. Allí entramos todos, especialmente los padres, para educar en el respeto y tolerancia a todo ser humano. No es verdad que ser homosexual va a limitar el desarrollo profesional o económico, no van a ser “rechazados” ni apedreados verbalmente. El verdadero dolor reside en el rechazo de los mas cercanos, no de la abstracta “sociedad”. Es el rechazo de la familia el verdadero drama que temen afrontar. Cuando quien pregunta lo hace por un hijo solo cabe recordarle que el amor y el respeto es incondicional: “Te amo y te respeto, tal como eres… aunque no te ajustes a mis sueños o planes”. Desde esa premisa se mantiene el apoyo y la comunicación, y hasta los mismos consejos para que ese ser encuentre su camino para desarrollar al máximo sus sueños y potenciales.

Dra. Tibaire Gonzàlez

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