Enamoramiento o amor


Normalmente existen límites entre mi ser y el ser de los otros, que definen mi individualidad. Durante la primera etapa de una relación amorosa, que podríamos llamar el “enamoramiento”, esos límites del yo parecen diluirse temporalmente y nos sentimos unidos como un solo ser con el objeto de nuestro amor, espantando así temporalmente la soledad. Por un breve espacio de tiempo nos sentimos fundidos con otro ser humano, como si no lo diferenciáramos de nuestro propio yo. Este proceso se acompaña de equivalentes fisiológicos ante la novedad del encuentro, se altera el equilibrio usual de nuestros neurotransmisores, se despiertan nuestros impulsos y fantasías sexuales en una ardiente mezcolanza de sensaciones ansiosas y placenteras. Sin embargo, esta etapa deliciosa y adictiva es transitoria y poco a poco nuestro cerebro sale de ese estado alterado por una sopa neuroquímica que bien semeja un estado de “locura temporal”; los límites del yo individual comienzan a dibujarse más nítidamente, recordándonos que el otro está separado de nosotros y no es una extensión de nuestro ser, de nuestras fantasías y de nuestras necesidades. Muchas veces al ocurrir esto comienzan los reclamos, comenzamos a ver los defectos que antes obviamos o minimizamos Nos sentimos defraudados porque el otro osa no ajustarse a nuestra demanda inconsciente de “quiero que me ames… como yo quiero que me ames, y quiero que tú seas… como yo quiero que tú seas”; así comienza a agotarse la magia romántica del enamoramiento inicial. Algunas personas siguen buscando una y otra vez revivir ese proceso de enamoramiento y conquista donde sienten la ilusión de que esa otra persona sí es ese ser especial tan esperado, con el cual van a poder fundirse y acoplarse como dos piezas de un mismo ser, que fue dividido en dos por algún maligno sortilegio.

 En condiciones ideales logramos pasar de este enamoramiento y comenzamos a conocer realmente, mas allá de la ilusión con que la dibujamos, a nuestra pareja y la aceptamos en su individualidad y diferencias de nosotros mismos; sólo entonces podemos plantearnos si ese otro, reconocido en su individualidad y autonomía nos agrada… TAL COMO ES. No tratamos de amoldarlo a nuestra fantasía de lo que “debería” ser y hacer. No pretendemos cambiarle o esculpirle a la medida de nuestros anhelos. Tenemos el privilegio de conocer a otro ser humano y podemos elegir profundizar en ese mutuo conocernos, aceptarnos y continuar el desarrollo personal compartiendo al lado de otra persona como pareja. Salimos del enamoramiento para adentrarnos en el terreno del amor, cuando elegimos crecer y expandirnos junto a una pareja, sin pretender aferrarnos a esa persona, amarrándole ante nuestra angustia de quedar aparentemente solos y desvalidos en nuestra individualidad. Una sugerencia práctica es tomarnos el tiempo necesario para conocernos y mantener clara nuestra intención de ver y sentir al otro tal como es. Lo difícil no es evitar ser engañado por las apariencias, lo mas difícil realmente es tratar de no engañarse a uno mismo en ese anhelo de encontrar una relación de pareja.

 

 

 

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