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Mostrando entradas de septiembre, 2012

¿A què sabe el amor?

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  Todo el mundo anhela vivir el amor, sin embargo pocos están dispuestos a desarrollar el arte de amar, asumiendo que es algo indefinible que simplemente ocurre mágica o instintivamente y que sobra el entrenamiento. He visto tantas personas en consulta hablar de sus relaciones confundiendo toda clase de emociones y sentimientos con el amor: dependencia, miedo, necesidad, posesión, deseo de controlar y especialmente los celos. Es frecuente escuchar en consulta: “Es que si me deja me muero” o peor aún expresar deseos completamente destructivos y agresivos si el otro osa querer separarse. Invariablemente respondo que si desea morir porque su pareja ya no desea continuar la relación, “está en todo su derecho… puede matarse (la muerte también es una elección) yo ayudaré a la otra persona a superar el duelo sin sombras de culpa”. Usualmente este comentario trae una airada mirada de asombro. No han pensado en el terrible egoísmo, absolutamente carente de amor hacia uno mismo o el otro,

Enamoramiento o amor

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Normalmente existen límites entre mi ser y el ser de los otros, que definen mi individualidad. Durante la primera etapa de una relación amorosa, que podríamos llamar el “enamoramiento”, esos límites del yo parecen diluirse temporalmente y nos sentimos unidos como un solo ser con el objeto de nuestro amor, espantando así temporalmente la soledad. Por un breve espacio de tiempo nos sentimos fundidos con otro ser humano, como si no lo diferenciáramos de nuestro propio yo. Este proceso se acompaña de equivalentes fisiológicos ante la novedad del encuentro, se altera el equilibrio usual de nuestros neurotransmisores, se despiertan nuestros impulsos y fantasías sexuales en una ardiente mezcolanza de sensaciones ansiosas y placenteras. Sin embargo, esta etapa deliciosa y adictiva es transitoria y poco a poco nuestro cerebro sale de ese estado alterado por una sopa neuroquímica que bien semeja un estado de “locura temporal”; los límites del yo individual comienzan a dibujarse más nítidamen

Las nuevas relaciones

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Cuando planteo libertad y autonomía en una relación pareciera que la emprendiera a martillazos contra todo lo que la gente considera “romántico”. La idea acaso no es como lograr acoplarnos…hacer que dure. No, mejor aún… la expectativa es como hacer que el otro se acople a mi fantasía sobre lo que la relación debería ser y como lograr que mi pareja sea como considero que debería: ser, hacer, comportarse, contestar, amarrarse, darme seguridad, etc. Y si se propone algo diferente, pareciera una herejía. Por supuesto que un terapeuta debe brindar herramientas prácticas para lograr una comunicación efectiva, formas de negociar los diversos aspectos que requieren ajustes, formas de expresar gratificación en la relación; pero antes de trabajar en eso, yo considero que hay que sentar una premisa, un enfoque de lo que significa estar en pareja y para mí el tema es como mostrar a la persona que lo fundamental es primero acoplarse uno con uno mismo, lo primordial es SER UNO para poder funcio

El arte de ser feliz

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    Amada hija, cada noche repetimos la vieja bendición de mi infancia  “Que Dios te bendiga, te ampare te favorezca… y te guarde un buen marido” además de nuestra versión libre del Ángel de La Guarda. La verdad es que sujetar la propia felicidad a la lotería de un buen marido, la suerte, el destino o el favor de los ángeles es una soberana tontería, porque sería disminuir tu responsabilidad de ser la creadora de tu experiencia de vida. No puedo escribirle una carta al futuro para que te trate bien y dibuje todos tus sueños, pero puedo compartir contigo algo sobre el arte de ser feliz. Una vez en uno de esos azarosos viajes donde se reúnen una variedad de tíos y una docena de primos, descubrí la diferencia entre hacer de la vida un drama o una deliciosa aventura. Íbamos a pasar vacaciones en Margarita y el ferry, como suele suceder, había sobrevendido pasajes y quedamos varados en el muelle para esperar el  barco del día siguiente. Ante la duda de perder el puesto seguro o

El Celodrama

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Posiblemente todos hemos sentido alguna vez el mordisco de los celos encendiendo nuestras tripas con rabia y miedo, que inunda nuestro cerebro nublando nuestro pensamiento. Esa sensación es como un “Chucky” malvado que nos arruina una velada o nos empuja a hacer reclamos, que usualmente terminan en agrias discusiones. El verdadero drama es que creemos que esa angustia nos da derecho para exigir que calmen nuestra duda, lo que es un juego interminable y perverso. No me convence lo que diga el otro, porque precisamente los celos nacen de mi duda… así que ese es mi “Chucky” y sólo yo puedo hacerme cargo de él trabajando en mi seguridad. Además ¿quien ha comprobado que celo protege contra “cacho”? Los celos no me protegen de la infidelidad, pero sí son siempre una falta de respeto hacia la pareja . Si lo pusiéramos en palabras le estaríamos diciendo: “sabes, no confío en ti, creo que realmente eres capaz de ser inmoral y desleal si no te vigilo, creo vas a montarme cacho”. Siempr

El Cuaimodrama

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Todos conocemos de vista y trato a algún “cuaimo” o “cuaima”, pudiendo aportar  características y anécdotas sobre estos personajes, que sufren y hacen sufrir en pareja. Usualmente nos representamos el cuaimodrama como una mujer deseada, amada; pero que se convierte en una especie de Medusa transformando en piedra a cualquiera, con su mirada de reproche y un encadenamiento de reclamos reales o fantaseados. Por supuesto que también existen los cuaimos, pero se diluyen en el estilo de relación patriarcal. El cuaimo sería un tìpico macho dominante tradicional, pero que en lugar de actuar desde la imposición directa y vertical lo hace desde el reclamo culpabilizante, sometiendo a juicio cada detalle de la conducta de la mujer. La típica cuaima es una reclamadora persistente, que termina generando toda clase de conductas  evitativas y guavinosas de la pareja que teme desatar su cólera.   Nuestras relaciones se han llenado de tanto melodrama que se nos dificulta ver los verdaderos dr

¿Se puede superar la infidelidad?

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Acostumbramos a juntar en un mismo saco los celos y la infidelidad, sin embargo son dos categorías distintas. Los celos son la sospecha y la duda sobre la lealtad amorosa de la pareja, a la que se somete a un juicio imaginario, donde se le acusa de un crimen que tal vez  pueda  cometer. Los celos no son una expresión del amor sino de la inseguridad; son una falta de respeto a la pareja y se traducen usualmente en maltrato verbal y control. La infidelidad en cambio es afrontar un hecho real, no un juego de suposiciones. Cada pareja define de forma tácita o explicita un compromiso que puede incluir exclusividad sexual, afectiva o ambas. Actualmente, en tiempos de redes sociales, se podría incluir también la fidelidad virtual.  Faltar a ese contrato establecido entre dos personas es una infidelidad. Cuando eso ocurre se produce una herida, que desata respuestas de reproches, ira y dolor. Sin embargo, aún desde la mas profunda decepción, debemos recordar que el compañero no es una p

Homosexualidad

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Hay un tema que resulta difícil abordar y se evita para no desatar el repudio de algunos grupos. Ocurre como con el malvado de las historias de Harry Potter… “el que no se puede nombrar”, que pareciera que si se menciona atraerá sus males o contagiará misteriosamente a juventudes perdidas y sugestionables. No creo en la estrategia del avestruz e ignorar la realidad de la homosexualidad no la borra y dificulta ayudar a quienes necesitan afrontarla. La verdad es que a menudo surge en consulta o en una conversación casual la difícil pregunta de “qué hacer cuando se sospecha que un hijo, hija u otro familiar pudiera tener otra orientación sexual”.  No es mi intención embarcarme en la complicada argumentación de si es normal o antinatural, correcto o inmoral y menos en aspectos religiosos o de la mitología popular. En el ámbito de la Psiquiatría NO se considera una patología y por lo tanto no aparece codificado en los manuales de trastornos mentales. Las investigaciones científicas

Cuando muere el amor

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La esencia de la vida es el cambio. Todo a nuestro alrededor nace, se desarrolla y por supuesto está sujeto a la decadencia y la posibilidad de la muerte. El amor no escapa a esa ley de la vida. Todo el que elige amar a otro ser humano debe saber con certeza que afronta la posibilidad de la muerte del amor y la separación.  El amor es mucho más que un sentimiento, es también un arte, lo que implica una disciplina para que se desarrolle y se sostenga; sin embargo, muchas veces ocurre que se estanca y muere. El problema radica en que el temor al cambio puede mantenernos atrapados en un no afrontar que la relación no está marchando bien. Vemos frecuentemente relaciones de pareja donde el deseo se ausenta. Muchas parejas conviven, pero sin compartir una verdadera comunicación: sin sueños, sin alegría y sin pasión. En el mejor de los casos dejan, sin darse cuenta, que el amor se congele y se convierta simplemente en una estructura práctica, especie de unidades administrativas/parenta