El tobogán de bebé

Un cuento infantil
 
Quiero un hermanito, pero mamá no ha podido tener otro bebé. Le pregunté por qué no podía y me contestó muy triste que era porque los bebés no se sujetaban y se volvían a ir. Los padres no saben que cuando dan una respuesta siempre aparece otro montón de preguntas: ¿por qué no se sujetan? ¿de donde tienen que amarrarse? ¿dónde estaban antes de sujetarse? ¿Y cómo hago para que no pueda irse?... Mamá sólo me miraba, pero creo que no sabía que responder. Insistí con una única pregunta: ¿Dónde están los bebés antes de entrar en la barriga? Ella al fin contestó:
-Están del otro lado, como ángeles, muchos desean venir a este lado para poder jugar, comer helados y sentir la brisa en la piel, pero a veces dudan y no se atreven a cruzar hacia este lado.
-Ah!
Esa si era una respuesta comprensible. Entonces los bebés están flotando del otro lado como cometas sin cuerda. Lo que hace falta es hacer un cordón para que pueda amarrarse a la barriga de mamá. Es fácil hablar con el otro lado sólo cierras los ojo y usas el corazón en lugar del teléfono. Empecé día tras día a contarle a Bebé todas las cosas ricas que haces en este mundo. Cerraba mis ojos para que pudiera sentir el sabor de una panqueca calentita y chorreando sirope con mantequilla. Comerme una barquilla  era un poco mas difícil porque terminaba con helado hasta en las orejas, pero el sabor se hacía mas rico e intenso cuando se disolvía el frío amargo dulzón del chocolate sin ver. Intenté describirle a Bebé un mango de bocado con los ojos bien cerrados, fui pelándolo poco a poco sintiendo su olor de amarillo dulce y trementina; no es fácil encontrar nombres para que un alguien del otro lado sienta sabores. Luego me lo fui comiendo entre gotas jugosas y resbalones del mango sobre mi camisa. Mamá empezó a preocuparse por mi extraña manía de comer con los ojos cerrados.
 Un día empezó a llover, cerré los ojos para que Bebé escuchara el repique metálico de gotas en el techo: tin, tin, tin tan. Luego empecé a inventar poniendo cacerolas, juguetes y todo lo que fui encontrando, pegando bien la oreja a cada cosa para escuchara el repiqueteo en todos los tonos: pin, pin, plas, plas, tiqui, tiqui, prac, prac. Guauu! No imaginan todos los sonidos que fui descubriendo, hasta el sonido apagado zac, zac, zac sobre la hierba olorosa. Luego salí al jardín, sólo quería que Bebé sintiera lo divertido de correr bajo la lluvia  y sacar la lengua para sentir las cosquillas de las gotas frías y dulces que caen. Lamentablemente si no tienes los ojos abiertos corres el peligro de caerte y cuando mamá me vio salir de cabeza por encima de sus albahacas y mi pobre lengua con un punto rojo de sangre, se asustó mucho. Rápidamente me llevó al oftalmólogo para saber si tenía algún problema con la vista y como no tenía nada me llevó al Psicólogo para averiguar a que  se debía mi extraña manía de cerrar los ojos, pero tampoco me encontró nada malo. Finalmente lo comentó con mi abuela, pero ella sólo dijo que tal vez yo era la reencarnación de un lama o un santón hindú y que estaba meditando con mis ojos cerrados. Creo que eso la preocupó mas, pero mi abuela siempre dice cosas raras. Me negaba a contarle porque los adultos, con la excepción de mi abuela, no entienden las cosas mágicas y no quería que sus dudas rompieran el lindo cordón con el que trataba de hacer que Bebé se sujetara a la tierra. Un día comencé a sentir su cercanía, ya no era una cometa sin forma y flotante del otro lado, empezó a ser mi hermanito y corrí a contarle a mamá.
     -        Mamá, ¡Mi hermanito viene!
-        ¿De qué hablas?
-         Mami, es como montarse en un tobogán gigante y al fin Bebé se decidió a lanzarse hacia este mundo, tienes que ayudarme para que se sienta seguro, que sepa que lo esperas abajo y que lo vas a atajar.
-        Pero mi amor, mamá no está embarazada.
-        Todavìa no, pero puede pasar…
Nunca es fácil explicar las cosas obvias y simples de la vida a los grandes, pero al menos esta vez no salió corriendo para llevarme a algún médico. Mamá se dejó llevar por mi idea de cerrar los ojos para invitar a un àngel del otro lado a venir con nosotros y empezó a hablarle a Bebé, respirar con él y hacerle sentir todas las cosas ricas de estar aquí: comer helados, las fresas, los mangos, los abrazos de mamá y la lluvia en la lengua. Pasó que mamá si quedó embarazada, su barriga comenzó a crecer y los tres seguimos nuestro secreto juego de sabores. Un dìa fuimos todos al control del embarazo de mamà y ella me llamò para que viera a Bebè en una pantalla, era un eco…algo, pero allì estaba con un cordònbien fuerte que lo sujetaba a la barriga. El cordón gris se transformó en un hermoso tobogán de azul cristalino y no pasó mucho tiempo para que al fin pudiera ver a Bebé sonriéndome en su cuna. Ahora que está grandecito le estoy enseñando a disfrutar la vida con los ojos cerrados y también abiertos, especialmente cuando corremos.
 
Tibaire González

Comentarios

  1. Increíble como esa historia se parece a una anecdota que tuve con mi hijo de 4 años, la leo y me parece escuchar a mi hijo, hermoso cuento doctora y gracias por compartirlo

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