¿Apostarías nuevamente al amor?


Desde el viejo paradigma del amor, nos decían que era como una especie de ruleta o lotería en la que si se tenía suerte te tocaba un buen marido o una buena esposa. Por supuesto había una premisa de resignación si “no se tenía suerte. La ruleta a la que yo me refiero es diferente, es una donde te empoderas al amar y haces del camino de la vida un viaje de aprendizaje. Muchas veces veo parejas que aún viviendo juntas, se han separado sensualmente por un enfriamiento de rutina y aburrimiento o por sucesivas heridas al amor o la fidelidad; y sólo conservan la comodidad de la estructura parental y administrativa de vivir juntos. Otras parejas se han separado completamente desde el conflicto y el dolor. Puede ocurrir que estando separados hayan continuado individualmente creciendo, explorando y sanando aspectos personales que los transforman. Por ejemplo, un hombre inseguro y demandante, que limitaba el desarrollo profesional de la esposa, y que luego de separarse emprende un camino de crecimiento que lo lleva a valorar la individualidad de su compañera, a desarrollar su propia sensibilidad y seguridad en sí mismo, pudiera reencontrarse en el futuro con una ex esposa que también ha crecido como persona, que tiene un mundo personal y profesional que la enriquece de experiencias. Esas dos personas que antes compartieron un estilo de pareja limitado, restrictivo y egoísta, tal vez puedan comenzar a redescubrirse y un nuevo amor brota… no de cenizas, sino de nuevas afinidades. Historias similares, donde dos que se habían separado, se pueden reencontrar crecidos y aún con un interés de explorar juntos el amor se repiten en una variedad de contextos: divorciados, separados bajo el mismo techo, separaciones temporales por crisis en la relación o existenciales, etc. ¿Cómo afrontar de una forma sana un nuevo comienzo?

Es necesario haber explorado y reflexionado sobre la experiencia compartida para poder sanarla. Si se quedan pegados en un análisis tipo “víctima victimario” probablemente no saquen nada útil y se convierta en un círculo vicioso de relamerse viejas heridas y regodearse en las culpas propias y ajenas, blandiendo dudas justificadas por el pasado como estandarte. Si dejamos el juego de las víctimas podemos descorrer el velo de la ilusión para poder apreciar qué juegos estábamos creando para representarnos nuestro mundo interior. Lo que vemos afuera es sólo un reflejo de nuestra relación con nosotros mismos, de nuestros objetos de amor y representaciones internas de quien creemos ser. Si no hemos aprendido a amarnos el otro representará ese desprecio hacia algunos aspectos inseguros de nosotros mismos. Si no hemos aprendido a confiar en nuestras capacidades o no hemos aprendido a valorar nuestra independencia, libertad y autonomía, participaremos en la creación de una relación restrictiva. Si no confiamos en nuestra propia presencia, nos atormentarán celos propios o ajenos. Y así se multiplica la lista de melodramas que pueden representarnos una variedad de conflictos internos o grabaciones de lo que fueron las relaciones con los padres en nuestra infancia.

Salir de un melodrama y de sentirse víctima del otro requiere mas de comprender la obra de teatro que montamos con la pareja, que del perdón. Cuando se comprende… por añadidura se perdona. Podemos elegir apostar nuevamente a la ruleta, conscientes de lo que queremos experimentar en esa NUEVA relación. Si se repite lo mismo, lo veremos mucho mas claramente y podremos retirarnos del juego, sin haber perdido las fichas apostadas. Si apostamos a una vivencia, nos retiraremos con lo vivido; no se puede perder sino aprender de la vida. Disciplinamos a nuestra mente para que no sabotee el presente con el pasado y utilizamos lo aprendido para construir una relación posiblemente mas sabia, profunda, llena de gozo y pasión.

Tibaire González

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