Enamoramiento o amor
Normalmente existen límites entre
mi ser y el ser de los otros, que definen mi individualidad. Durante la primera
etapa de una relación amorosa, que podríamos llamar el “enamoramiento”, esos
límites del yo parecen diluirse temporalmente y nos sentimos unidos como un
solo ser con el objeto de nuestro amor, espantando así temporalmente la soledad.
Por un breve espacio de tiempo nos sentimos fundidos con otro ser humano, como
si no lo diferenciáramos de nuestro propio yo. Este proceso se acompaña de
equivalentes fisiológicos ante la novedad del encuentro, se altera el
equilibrio usual de nuestros neurotransmisores, se despiertan nuestros impulsos
y fantasías sexuales en una ardiente mezcolanza de sensaciones ansiosas y
placenteras. Sin embargo, esta etapa deliciosa y adictiva es transitoria y poco
a poco nuestro cerebro sale de ese estado alterado por una sopa neuroquímica que
bien semeja un estado de “locura temporal”; los límites del yo individual
comienzan a dibujarse más nítidamente, recordándonos que el otro está separado
de nosotros y no es una extensión de nuestro ser, de nuestras fantasías y de
nuestras necesidades. Muchas veces al ocurrir esto comienzan los reclamos,
comenzamos a ver los defectos que antes obviamos o minimizamos Nos sentimos
defraudados porque el otro osa no ajustarse a nuestra demanda inconsciente de “quiero
que me ames… como yo quiero que me ames, y quiero que tú seas… como yo quiero
que tú seas”; así comienza a agotarse la magia romántica del enamoramiento
inicial. Algunas personas siguen buscando una y otra vez revivir ese proceso de
enamoramiento y conquista donde sienten la ilusión de que esa otra persona sí
es ese ser especial tan esperado, con el cual van a poder fundirse y acoplarse
como dos piezas de un mismo ser, que fue dividido en dos por algún maligno sortilegio.
Comentarios
Publicar un comentario