¿A què sabe el amor?
Todo el mundo anhela vivir el
amor, sin embargo pocos están dispuestos a desarrollar el arte de amar,
asumiendo que es algo indefinible que simplemente ocurre mágica o
instintivamente y que sobra el entrenamiento. He visto tantas personas en
consulta hablar de sus relaciones confundiendo toda clase de emociones y
sentimientos con el amor: dependencia, miedo, necesidad, posesión, deseo de
controlar y especialmente los celos. Es frecuente escuchar en consulta: “Es que
si me deja me muero” o peor aún expresar deseos completamente destructivos y
agresivos si el otro osa querer separarse. Invariablemente respondo que si
desea morir porque su pareja ya no desea continuar la relación, “está en todo
su derecho… puede matarse (la muerte también es una elección) yo ayudaré a la
otra persona a superar el duelo sin sombras de culpa”. Usualmente este
comentario trae una airada mirada de asombro. No han pensado en el terrible
egoísmo, absolutamente carente de amor hacia uno mismo o el otro, que implica
tratar de obligar a un ser humano a permanecer en una relación que ya no
siente? Podríamos parafrasearlo así: “Porque te amo, me importa un comino si
eres feliz o no junto a mí, lo único que importa es que te quedes… sacrifica tu
felicidad por mí, sigue en mi vida y en mi lecho aunque tú no lo sientas o
disfrutes, sólo por satisfacerme a MI”. Ya no suena tan romántico ni moral.
He visto relaciones en las que
pasan años de alejamiento, años sin compartir sus sueños, su intimidad, o con
discusiones y reclamos constantes, incluso durmiendo separados. Si dentro de
esa insatisfacción y vacío alguno se despierta con una nueva ilusión amorosa
que le da el impulso para sincerar un matrimonio agotado por el desamor y el
estancamiento, súbitamente la pareja se levanta como un dragón enfurecido, con
un lanzallamas de culpas invocando compromisos morales, votos eternos y
castigos divinos. Comienza la retahíla de reclamos y las culpas recaen sobre
otras personas que supuestamente están traicionando o secuestrando el amor, sin
atreverse a revisar como ambos dejaron pasar el tiempo sin afrontar el evidente
malestar en la relación.
Debido a la gran confusión
existente sobre lo que es en verdad el amor, resulta mas práctico obviar las
afirmaciones: “Claro que lo amo, sino por qué estaría aquí?”, “Yo la amo, me moriría
sin ella”; para adentrarse un poco en la descripción de su vida en pareja. El
amor debe expresarse en conductas concretas, en una disciplina de vida donde
predomine el respeto, la comunicación, el cuidado mutuo no sólo por necesidades
básicas, sino también por el desarrollo personal de cada miembro de la pareja. Es
incongruente decir “es que yo daría mi vida por ti”… pero no tengo tiempo para
escucharte, ni sentirte. Se trata de revisar objetivamente como lo que decimos
sentir se expresa concretamente en nuestro trato cotidiano. No es posible
hablar de amor si ofendo con los celos, si irrespeto la libertad y el espacio
de otro, si trato de limitar su crecimiento por mi comodidad o seguridad, si no
tengo tiempo para compartir o expresar mi afecto, si no me interesa compartir
la intimidad o escuchar sobre su mundo de pensamientos, sentimientos y sueños.
El amor no tiene el sabor del silencio ausente, ni de la cólera, la ofensa o el
control. Señalando primero lo que NO es amor, podremos intentar esbozar algunas
características del amor.
¿Tú que opinas? ¿Qué ingredientes definirían el sabor del amor?
Dra. Tibaire Gonzàlez
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