El Juzgón
Esta
instancia censora necesaria puede transformarse en un Juzgón
persecutorio que te acosa con exigencias inalcanzables. Nada de lo que haces
parece ser suficiente porque la voz del juzgón te susurra que no eres bueno, que eres insuficiente, que eres un impostor, un fraude y que otros se van a dar
cuenta. Comienzas a sentirte culpable, avergonzado y lleno de ansiedad, percibiendo
las personas a tu alrededor con miradas de juicio por tus imaginarias faltas.
Tratas de defenderte de esa sombra que se cierne por encima de ti, impidiéndote
disfrutar de tu vida y de las cosas que haces. Te atrapa en un laberinto argumentando con el Juzgón,
defendiéndote en un agotador juicio imaginario dentro de tu mente.
¿Qué hacer
con el Juzgón?
Podemos hacer
un viaje por el pasado para revisar cómo fue la relación con nuestros padres, tal
vez sentimos que su amor era condicionado a nuestros logros, tal vez fueron muy
exigentes o sus expectativas eran muy grandes. Podemos revisar qué mensajes grabamos
sobre nuestro valor, sobre sentirnos dignos de amor. Revisamos en pasado y presente qué mensajes recibimos de
nuestro entorno social, que tal vez nos presiona sin darnos cuenta con ideas de
lo que es ser exitoso. También podríamos identificar rasgos en nuestra
personalidad como ser excesivamente autoexigentes, críticos y perfeccionistas.
Se trata de entender cómo se ha estructurado nuestro juzgón, no
de alimentarlo con un análisis interminable. Una vez que identificamos ese
aspecto interno vas a detener la argumentación con el juzgón; sencillamente
porque al hacerlo te succiona hacia esos espacios llenos de ansiedad, tristeza,
culpa y miedo en el que te percibes inadecuado o insuficiente. Lo ves y le dices con
firmeza: Basta, no me lo permito. Es un aspecto tuyo, sólo tú puedes modificarlo o contenerlo. Luego, revisas la situación en la que se
presenta, respiras profundo y te paras en el amor por ti mismo. Puedes tratar de hacer lo
mejor que puedas en cada circunstancia, sea trabajo, una relación una creación…
y éso es suficiente. Te sales de expectativas irrealistas, de comparaciones, de
la imaginaria mirada del otro en juicio o crítica. No puedes mas que hacer lo
mejor que puedes y amarte en ese instante.
Muchos me
dirán que es muy difícil, que siempre regresa, que es agotador, que nunca se
calla, que sienten la mirada descalificadora de su juzgón persiguiéndoles hasta
en el baño. El amor es el camino de sanación y autorrealización y, como cualquier camino, requiere la
repetición de los pasos para poder recorrerlo y llegar a donde quieres. Identificas
al Juzgón, le dices basta, no me lo permito; te paras en el amor por ti mismo, eliges
lo que quieres hacer, haces lo mejor que puedes y eso es suficiente. Una y otra
vez repites esa secuencia hasta que se vuelva tu forma natural de ser.
Tibaire Cristina Gonzalez
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