El Cuaimodrama
Todos conocemos de vista y trato a algún “cuaimo” o “cuaima”, pudiendo aportar características y anécdotas sobre estos personajes, que sufren y hacen sufrir en pareja. Usualmente nos representamos el cuaimodrama como una mujer deseada, amada; pero que se convierte en una especie de Medusa transformando en piedra a cualquiera, con su mirada de reproche y un encadenamiento de reclamos reales o fantaseados. Por supuesto que también existen los cuaimos, pero se diluyen en el estilo de relación patriarcal. El cuaimo sería un tìpico macho dominante tradicional, pero que en lugar de actuar desde la imposición directa y vertical lo hace desde el reclamo culpabilizante, sometiendo a juicio cada detalle de la conducta de la mujer. La típica cuaima es una reclamadora persistente, que termina generando toda clase de conductas evitativas y guavinosas de la pareja que teme desatar su cólera.
Nuestras relaciones se
han llenado de tanto melodrama que se nos dificulta ver los verdaderos dramas personales
que ocultan. En lo aparente la conducta cuaimàtica pretende controlar cada
espacio de la pareja, sobre las que se sienten con derecho a demandar, exigir,
conocer y emitir juicios aprobatorios o desaprobatorios sobre el tiempo, la
privacidad, el pensamiento, gastos, opiniones, comportamiento y hasta el cuerpo
del otro. Si lo planteamos así suena a esclavizar y negar la autonomía de un
ser humano. Sin embargo, ¿quienes se atreven a imaginar que su pareja no es su
otra mitad, su extensión o complemento? ¿Quienes se han planteado el respeto a
la libertad y autonomía del ser que los acompaña en la vida… como adulto? La
libertad en pareja es un tema escabroso y complicado. Quisiéramos un poquito
mas de paz, un poquito menos de reclamos, un poquito mas de espacio autónomo,
pero en el fondo tememos que nuestra libertad implique la libertad del otro
¿En què consiste
realmente el cuaimodrama? Simplemente en la fantasía de que si controlo tus
espacios, si enciendo una linterna sobre cada rincón de tu vida me puedo
asegurar de que no te vas a separar de mí. Te convenzo de tu incapacidad para
manejarte sin mi aprobación, te somete a la culpa eterna, para que desde la supuesta víctima que soy de tu insensatez o
incapacidad para elegir tus pasos, tú te sujetes a mí. Al mismo tiempo la supuesta
víctima de la cuaima o cuaimo obtiene el disfrute de renunciar a su autonomía,
con la implìcita carga de responsabilidad por la propia vida, autorrealización
y plenitud. Además la persecución cuaimàtica le reasegura de la necesidad y
deseo del otro. Es un juego complejo donde mis celos, mis demandas y mis
reclamos pretenden anudar una relación y defenderla del riesgo de la
separación. Sin embargo los mismo hilos con los que intentamos anudarnos, se
vuelven candentes alfileres que queman la piel y asfixian la relación. El
verdadero drama es el temor a la soledad y a la autonomía, que envenena la
posibilidad de compartir una vida de pareja llena de disfrute, espontaneidad y
respeto a la individualidad.
Otro aspecto de la
cuaima es que asume que tiene derecho a expresar continuamente su malestar con
reclamos, discusiones, mal humor y estallidos de agresiones verbales.
Posiblemente en algún momento del inicio de la lucha feminista, el abrirse a un
justificado derecho de la mujer a expresarse, dio lugar a una actitud
reaccionaria cargada del malestar de miles de años de sometimiento y maltrato; pero
el planteamiento hacia el futuro no es una guerra de sexos. Nada justifica la
falta de respeto, cortesía y autocontrol para derramar mi mal humor,
inseguridades, celos o insatisfacciones sobre otro. Un adulto se hace cargo de
sus emociones, no se siente empoderado para lanzarlas contra la persona que se
supone ama, para que las procese. Un adulto no le dice a otro lo que tiene o
debe hacer, ni pide permiso para tomar decisiones. Los adultos conversan,
comparten opiniones, visiones y sentimientos, sin pretender forzar o someter a
otro, sea desde la imposición o el manejo de la culpa. No es fácil salirse de
los juegos cuaimàticos porque nos atan, brindándonos el falso confort de que el
otro está atado atándonos. Es esta una invitación a revisar los juegos del
control del viejo paradigma de pareja, para atrevernos a las grandes ligas en
la maestría del amor. No imaginas el maravilloso panorama de potenciales que se
abre cuando te atreves a Ser y dejar Ser a tu pareja. Te invito a dar un paso
mas allá del miedo y el control para atreverte a explorar el arte de vivir el
amor en pareja.
Dra. Tibaire Gonzàlez
Hola tibaire como estas?? me parece q tu blog es execelente y q me sirve mucho a mi para tener una nueva relacion... sigue publicando mas articulos en el periodico y en el blog.
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