¿Se puede conservar la individualidad estando en pareja?

Fotografía de Armando Luigi

Muchas parejas abrigan la fantasía inconsciente de que al establecerse juntos de alguna manera se van a fundir en “una sola carne” o un solo ser…  y esta idea mas que romántica es realmente macabra. Podemos soñar con compartir un largo camino juntos, podemos acordar ofrecer fidelidad sexual, emocional y virtual; pero lo que resulta imposible es amalgamarse en un solo ser. Si el otro se convierte en una extensión de mis expectativas, pensamientos, sueños y conductas; pues simplemente será un Yo con Yo, absolutamente carente de la polaridad y curiosidad por conocer lo que el otro percibe, aprende y aporta a la relación. Tal vez brinde una tibia seguridad la fantasía de andar juntos todo el tiempo, conocer cada pensamiento y paso de la pareja, borrar su pasado, limitar las actividades que no son compartidas y espantar los amigos o familiares que no forman parte de ese estrecho círculo de control, pero… la verdad es que eso sólo trae el apagamiento de la chispa individual que enciende una relación entre dos seres.

Tal vez suene conocido el tema de tratar de conocer todo lo que el otro piensa, hace, ve, a quien  llama o de quien recibe llamadas en el día; sin contar con el deseo de conocer cada experiencia amorosa o sexual del pasado; peor aún, haciendo inferencias libres sobre lo que esas relaciones aún representan y proyectando lo que sería capaz de hacer en el futuro con alguien mas! Veo muchas parejas a las que les parece “normal” indagar con tono policíaco y un montón de “por qué”.  Seguramente lo han visto o vivido: Y… ¿Por qué fulanito te llamó? ¿Por qué no me dijiste que viste a fulanita? ¿Por qué no me cuentas todo?  ¿Por qué te tardaste media hora mas en el mercado? ¿Por qué no puedo revisar tu celular? Y así el persecutorio y cuestionador POR QUE se adueña de cada rincón de la  vida del otro ser.

A esta mala costumbre en el amor se le suman la carota de molestia silenciosa y enigmática típica de la cuaima, ante la que el hombre se esconde a pensar “¿Y ahora qué hice?” porque probablemente le respondan con algo misterioso como “nada…” o peor aún “tú deberías saber…” En el caso del hombre es la carota de patriarca ofendido porque  la esposa (adulta) haya osado no pedir permiso! Además de las interminables e improductivas discusiones, que no son normales en una relación.

Por último para enrarecer mas aún el proyecto amoroso se tiene la fantasía de “podar” a nuestra pareja, es decir cortarle todas las ramitas que creemos  puedan servir para que se posen otros pajaritos o que le están restando fuerza a la enredadera con la que pretendemos amarrarnos uno al otro. A algunos les empieza a molestar la hora de correr o montar bicicleta del otro, o la emprenden contra su grupo espiritual o filosófico, su actividad artística o alguna amistad, la visita a los familiares o simplemente contra el espacio de soledad que la pareja pueda tener. Por supuesto debemos revisar el mantener un balance en tiempo y conductas donde tenga adecuado espacio el compartir como pareja. Debe haber un tiempo para compartir con los amigos (tus amigos, mis amigas y nuestros amigos), para la privacidad (tu tiempo, mi tiempo y nuestro tiempo), espacios para los hobbies compartidos o individuales, espacios para las familias y así con todos los aspectos: tiempo, relaciones, trabajo, economía, responsabilidades, etc. Yo debería preocuparme por la expansión, crecimiento y sueños de mi pareja, al igual que espero eso hacia mí. Debemos aprender a respetar el pasado y la intimidad del que comparte conmigo el camino. Yo puedo elegir qué deseo comunicar, qué me pareció relevante de mis vivencias hoy que siento compartir, sin tener el temor de una capciosa pregunta donde se cuestiones POR QUE no le dije tal cosa. Yo elijo lo que quiero mostrarte de mi universo y me encantará conocer lo que elijas mostrarme del tuyo. Así la relación se llena de espontaneidad, se vacía del control que asfixia la relación y se convierte en un compartir maduro y respetuoso donde el amor puede seguir creciendo.

Tibaire González

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