Còmo mantener el equilibrio en tipos de crisis
En anteriores
artículos hemos comentado que un adulto debe manejar sus emociones, que es
normal sentir todo el espectro emocional oscuro como la ira, los celos, la
envidia o el miedo, pero tenemos que aprender a lo largo de la vida a controlar
su expresión, sea en crisis personales o sociales.
Lo primero es
reconocer que en el interior de cada uno de nosotros anidan dos potentes
fuerzas o tendencias fundamentales: las destructivas del odio y las constructivas
del amor. El instinto agresivo tiene biológicamente una función defensiva, pero
si no lo reconocemos y aprendemos a controlar su expresión, se puede transformar
en una fuerza destructiva que dirigida hacia afuera se expresa como agresión
física o verbal, individual o grupal; y si se dirige inconscientemente hacia
adentro nos enferma cuerpo y mente. La fuerza del amor en cambio es
creativa, integradora, tiende a
conciliar, a mantener la relaciones, a construir unidades cada vez mas complejas;
es decir tiende a sostener la vida.
Desde la mas
tierna infancia el niño siente ese juego de fuerzas en su interior y trata de lidiar
con ellas. Cuando siente ese instinto de muerte moviéndose en su interior, lo proyecta
hacia afuera en conductas (rabietas) o fantasías destructivas y luego teme que
es el otro quien lo quiere destruir. Una madre suficientemente buena puede
comprender, metabolizar e interpretar lo que siente el niño. Lo tranquiliza, le
da nombre a lo que siente y le enseña límites para expresar su rabia de forma
adecuada. Cuando en una familia o sociedad se normaliza la agresión y la
impunidad ante ella, lo que conseguimos es un ser humano inmaduro, voraz,
envidioso y capaz de destruir lo que anhela de otro. A nivel de pareja justificaría la violencia doméstica
cuando se frustran los deseos de alguno. A nivel social justificaría mi
agresión delictiva para apropiarme, vengarme o destruir lo que anhelo y siento
se me niega, sean bienes o poder.
Es mas fácil de
comprender con un ejemplo: Una pareja “amada” decide terminar una relación (por
la razón que sea: dejó de amarnos, se enamoró de otro/a, se cansó de una
relación fría o tóxica, etc.). ¿Qué es lo que frecuentemente ocurre? Ira
desatada, un millón de reclamos, insultos, ofensas y en el peor de los casos
agresión física o venganza usando a los hijos para manipular o herir. Podemos
imaginar fácilmente la ira del que siente que le va a faltar lo que desea o
necesita. La película “Un viaje extraordinario” plantea ese conflicto de
fuerzas con la historia de un naufragio, en el que un tigre y un muchacho
tienen que compartir un bote. El tigre representa la agresión y el miedo que
puede ayudarnos a sobrevivir, sólo si podemos controlarla para que predomine lo
humanamente racional y amoroso. Debo aprender a reconocer a mi tigre,
comprender su fuerza de supervivencia, pero dominar su voracidad. En el caso de
la pareja del ejemplo, se puede sentir la rabia y el dolor de la pérdida del
objeto de amor; pero puedo sobreponerme si sé que mi supervivencia física o
emocional no depende de otra persona, pues ya soy un adulto y estoy completo.
Puedo sobrepasar mi ira y duelo, para reconocer en una visión integradora lo
bueno y malo de la otra persona, lo aprendido de errores y aciertos, para
agradecernos mutuamente la vivencia compartida.
A nivel social
también debemos aprender a manejar nuestro tigre, para encontrar los medios
socialmente adecuados para expresar nuestro reclamo, necesidad o deseo de una
forma madura que maneje nuestra fuerza agresiva, sin proyectarla sobre los
otros para justificar la agresión impune.
Todos tenemos
dentro esa danza de amor y odio, en una combinación única de constitución
biológica, experiencias, crianza y elección personal. Crecemos al aprender a
conocernos a nosotros mismos; al reconocer esa dualidad de fuerzas, aceptarlas
e integrarlas para hacernos responsables
de cómo elegimos expresarnos. Es imprescindible trabajar en mantener nuestra conciencia individual, eso es lo que
nos ayuda a mantener el equilibrio interior. Respirar profunda y conscientemente nos ayuda a recordar nuestra
identidad, individualidad y completud. Desde ese que yo soy, pienso y siento, en lo
mas íntimo de mi ser; ELIJO cada paso del camino para construir una relación de
pareja respetuosa, que honra la libertad y la autonomía de cada ser. Aprendemos
a hacer un reclamo sano y efectivo, que reconoce las razones, sentimientos y verdad
de cada uno, sin necesidad de discusiones estériles. Esto es igualmente válido
a nivel social. Pareciera que una conciencia de masa nos absorbe hipnóticamente
atándonos a la incertidumbre, duda, envidia, miedo o agresión. Cuando respiro
conscientemente recuerdo quien soy, que creo, que valoro y elijo como
expresarme sanamente, para poder conciliar, negociar, construir y sobre todo…
hacer que predomine la fuerza amorosa que construye, sobre la del odio que
destruye.
Dra. Tibaire
González
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