Sobre la Muerte
Hablamos poco de la muerte y menos nos preparamos para ella, sea para
aceptar la posible separación de nuestros seres queridos o para nuestra propia transición
y, sin duda, instintivamente todos la tememos en algún grado. No creo en
visiones que idealizan la muerte imaginando un paraíso para el descanso o
regocijo eterno. Tampoco imagino la muerte como el final, la desaparición de
nuestra individualidad y menos como un posible castigo de algún Dios vengativo,
capaz de torturar a sus hijos por un tiempo sin fin. No pretendo en modo alguno
decirle a nadie qué es la muerte, sólo invitarnos a revisar cómo la imaginamos
o sentimos personalmente. ¿Por qué? Porque es inevitable y en parte, porque su percepción
consciente o inconsciente nos lleva a definir la forma en la cual vivimos.
Muchos viven con tanto miedo a la muerte que no disfrutan del presente o
tratan de construir un imaginario bunker que los proteja de la fragilidad de
nuestra permanencia en este plano y que los aleje de su amenaza, sea en la
forma de: enfermedades, carencias en el futuro, separaciones o falta de legado
por el que nos recuerden. Algunos prefieren, ante la aparente banalidad de una
existencia anónima hasta cometer grandes crímenes, antes que ser olvidados y
afrontar no sólo la muerte física, sino también la desaparición de la mirada de
otros que te nombre, sin importar si bien o mal.
Para mí, la vida es cambio y movimiento. Para mí, la consciencia
individual que nos alienta es eterna, sin tiempo y en constante expansión, creatividad
y exploración… por consiguiente, para mí la muerte no es mas que un portal entre
diferentes estados de consciencias en múltiples dimensiones en evolución.
Repito el “para mí”, porque no pretendo entrar en discusiones religiosas o
filosóficas, sino establecer un estilo personal de percibir el movimiento de
vida que pasa a través “de mí”. Si estoy enfocada en la expansión, creatividad
y exploración que mi Ser se está brindando, el miedo a la muerte cede paso a la
curiosidad y a la presencia del observador. Me permito una Presencia en el momento presente…
sin fugarme a tratar de sujetar el futuro en una inmovilidad conocida que me
tranquilice. Presencia que no se inmuta por lo que dejamos atrás, simplemente
porque ya ha sido percibido. Pero, sobre todo, presencia radiante de vida
porque la mirada se ilumina curiosa con la que voy siendo, sin atarse a
instantáneas que se diluyen en un océano en vital movimiento.
Cuando nos toca la muerte no evadimos la humana emoción, sólo nos queda
sentir. Siento la despedida, siento la tristeza de la ausencia de la piel que
abrazar, siento la soledad, el miedo y la propia vulnerabilidad. Siento la presencia
de los amigos que, mas allá de las palabras de condolencias, simplemente me
acompañan en el viaje de Ser Humanos. Siento las memorias que pasan ante mí,
pidiendo sólo ser reconocidas y honradas por mi mirada. Me permito sentir, pero
también percibo la consciencia
trascendente… esa presencia personal que escapa a la fragilidad del tiempo
y el espacio para conservar su maravillosa individualidad, compartiendo este
viaje en el que exploramos un infinito colorido que nos devuelve, poco a poco,
al reconocimiento de quienes somos en verdad.
Tibaire Cristina González
https://youtu.be/sRzgDS9-HrI
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