La culpa... mi pecado favorito
Ahora, ¿cómo lidiar
con la culpa? La única forma es entenderla como una especie de pantano en el
que si te atrapas te irás hundiendo lentamente, sin mayor utilidad. La culpa es
un sentimiento útil y sano sólo cuando la siento como una especie de campanilla
que me invita a reflexionar sobre una conducta; reviso de qué se trata el
reclamo o la demanda de la otra persona y hago una elección. Ejemplo: “No
mamá hoy no puedo llevarte al mercado, ya fuimos ayer y hoy tengo reunión con
unas amigas” “¡Claro! tus amigas son más importantes que tu madre”. Campanilla,
reflexiono sobre la situación concreta y elijo en base a lo que siento hacer y
lo que pienso es adecuado: “No mami, no se trata de que no seas importante,
pero hoy no siento ir al supermercado y no me siento culpable por eso.
Bendición, te quiero mucho” Y, por favor, luego de decirlo tan bonito y firme,
no se devuelvan al pantano de la rumiación de la culpa ante la mirada acusadora
o el gesto de molestia del otro; es más fácil mirar en otra dirección para no
alimentar ese juego de manipulación.
El otro aspecto de la
culpa es cuando somos nosotros mismos los que nos atrapamos culpándonos por lo
que hice, lo que dejé de hacer, lo que debería haber logrado, lo que no pude
lograr que otros hicieran. La única forma de salirse de ese juego que nos
enferma, nos deprime y nos atrapa en situaciones o relaciones tóxicas, es el
amor con uno mismo. Es un me amo y me acepto incondicionalmente. Honro cada
acierto y cada error que me ha traído a este punto en mi camino de SER. Amarse
a uno mismo es como cuando se ama bien a un hijo. El que ha sentido el amor por
un hijo, sabe como es ese amor incondicional, es un te amo porque te amo; no
porque te ajustes a lo que espero, no porque logres esto o aquello, te amo a ti
tal como eres y es un amor grandioso, gratis e incondicional. Si puedes lograr
sentir ese amor o imaginarlo y después volverlo hacia ti mismo se transforma en
un me amo porque me amo, porque me reconozco como arriesgado navegante que se
atrevió a hacer esta travesía humana. Porque simplemente elijo aceptarme
plenamente. Inevitablemente seguiré creciendo, mejorando, expandiéndome, siendo
un poquito más sabio cada día; por lo tanto, qué sentido tiene juzgarme porque
antes era menos sabio, amoroso o profundo. Me detengo un minuto en el ladrillo
gris de la culpa, reviso, elijo, y doy un nuevo paso a un ladrillo amarillo
preferiblemente. El camino de ladrillos amarillos no me lleva al Mago de Oz, me
lleva a descubrir la magia que hay en mí, la que siempre estuvo conmigo desde
el principio como las zapatillas de Dorothy, pero necesitabas andar el camino
para descubrirte. Te invito a abrazarte, aceptándote incondicionalmente con
todos tus aspectos: claros, oscuros o multicolores, ellos conforman el ser que
hoy eres.
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