Coraje
La vida es
constante cambio, inevitablemente nos veremos en situaciones que nos ofrecen el
dilema de quedarnos en el espacio confortable de lo conocido, aunque ya esté
agotada esa experiencia o arriesgarnos a vivir plenamente.
Hace mucho tiempo
me detuve en una encrucijada personal y me dije: o vivo de verdad o me muero.
No fue fácil en ese momento y he tenido después toda clase de nuevas experiencias,
maravillosas o terribles, errores y aciertos que abrazo por igual. En cada
encrucijada renuevo mi elección de vivir de verdad, de arriesgarme en esta
aventura de conocerme, de vencer mis limitaciones, de amar y amarme, sin dejar
que el miedo me paralice en la comodidad de una vida sin vida, sin pasión...
Sin mí.
El valor no
es la ausencia del miedo, sino el coraje para afrontarlo y atrevernos a cruzar
hacia una nueva experiencia de nosotros y del mundo que nos rodea. El miedo no
es una debilidad, está inscrito en nuestra condición humana para evaluar
situaciones potencialmente riesgosas y protegernos tanto física como
emocionalmente; sin embargo, a veces se transforma en un laberinto que nos atrapa
en un espacio gris y sin vida, en la mera supervivencia. Podemos temer no ser
amados, ser heridos, incomprendidos, no lograr nuestras metas o sueños, perder
la seguridad económica o la salud. Tememos lo nuevo, el cambio y lo incierto. A
veces tememos la felicidad, la libertad o el amor.
La mente
alimenta nuestros miedos con argumentos que parecen racionales y prudentes,
pero que a veces te paralizan en circulares listas de pros y contras, que se
repiten interminablemente agotando tu energía vital. La pasión, el amor y los
sueños se van congelando en imaginarios juegos de contabilidad que intentan
controlar cada variable por venir. Por supuesto hay un tiempo para reflexionar antes
de tomar decisiones, pero también hay momentos en los que sólo el valor para
saltar al vacío de lo nuevo e incierto es lo único que te liberará del
laberinto mental para vivir a plenitud.
Tibaire
Cristina Gonzalez
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