¿Es posible creer en el Amor?

Con relativa frecuencia escucho esa pregunta en consulta o también la frase “Yo ya no creo en el amor”.  Es interesante reflexionar sobre a qué nos referimos cuando hablamos de creer o no en el Amor. Es como si hubiera algo externo, una especie de fuerza amorosa o un caprichoso Dios del Amor, que nos concede o niega una buena relación de pareja. Es parecido a esas personas que al afrontar un duelo dudan de la existencia del Dios en el que creían, porque consideran injusto que se “lleve” a sus seres queridos y deje a seres malvados en el mundo. Otra premisa similar sería pensar en el amor como una especie de lotería en la que, si tenemos suerte, ganaremos una especie de alma gemela y, si no, afrontaremos el desamor o la soledad. El punto es que partimos de creer en el amor como algo,  real o fantaseado, pero externo a nosotros. También es frecuente escuchar el cuestionamiento de personas que están apenas comenzando a explorar una relación y me preguntan ¿Será que ésto va a algún lado? ¿Será que vale la pena intentar esta relación?  Por supuesto, yo siempre pregunto hacia donde se supone que debería ir la relación para que “valga la pena”; una pregunta malvada que obliga a revisar cuáles son las expectativas ante una relación o ante el “Amor”.

Me pregunto, ¿qué ha pasado con esas personas que dicen que ya no creen en el amor? Es que no han tenido la experiencia de tener pareja o es que la han tenido y han sufrido por desamor, abandono o desengaño; y éso les ha llevado a dudar de la existencia de esa experiencia que todos anhelamos de amar y ser amados recíprocamente.

 Creo que la raíz de la duda sobre el amor se relaciona con su continuidad en el tiempo; es realmente sobre la permanencia y fidelidad de ese sentimiento de lo que se duda. La preocupación por el tiempo del amor lleva incluso a cuestionar el valor de una relación por su duración. Seguramente han escuchado a alguien hablar sobre sus “fracasos en el amor” refiriéndose a relaciones pasadas que han terminado. Al parecer ese misterioso lugar al que debe ir una relación para que “valga la pena” es algo así como una monolítica eternidad… o al menos “hasta que la muerte los separe”, de lo contrario pareciera no tener sentido compartir con otro ser humano y así entraríamos en el círculo de los que dudan de que el amor exista.

Yo no creo que la duración de una relación defina el éxito de ésta o la validez del amor. El camino compartido con otro ser humano siempre nos aporta a ambos vivencias, aprendizaje y autoconocimiento... en una relación yo me descubro, descubriéndote. Si la relación termina eso no la convierte en un fracaso o al Amor en una mentira. Puede terminar porque se agotó la experiencia, porque elegimos caminar en otra dirección o porque asumimos que no es una relación amorosa con nosotros mismos y decidimos terminar una experiencia signada por el drama. Cualquiera sea la razón del fin de una relación, yo no soy una víctima del Dios del Amor porque yo me hago responsable de los caminos que estoy explorando.

El punto mas importante sería dejar de creer en el amor como una fuerza externa, el caprichoso Dios Eros, para retornar la confianza a nosotros mismos. Yo creo en mi capacidad de amar intensamente a otro desde mi plenitud y he aprendido a amarme a mí misma. Si una relación se torna tóxica, se ancla en el sufrimiento, el control o el drama; confío en mi capacidad de elegir y actuar para seguir creando mi experiencia de vida. Confío también en el otro… y si sus pasos lo llevan a un camino diferente al mío, pues confiaré en que es la experiencia que su Ser necesita explorar y también confiaré en mi capacidad de afrontar la separación.

Yo creo firmemente en el Amor, porque sé que brota de mi Ser, porque escucho su música guiándome cuando pierdo el camino y lo veo convertirse en conductas visibles con las que construyo mi vida y mis relaciones.


Tibaire González

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