Dependencia emocional... y la Navidad
¿Por qué hablar de dependencia emocional justamente en
Navidad? Y ¿qué es la dependencia emocional? Trataremos de enlazar dos temas
que parecen incongruentes. La dependencia emocional es un estado afectivo que
conduce a una persona a hacer cualquier cosa para evitar el abandono.
Seguramente conoces alguna historia sobre alguien (o lo has vivido
personalmente) que sufre o acepta humillaciones, maltrato, desamor o deslealtad
de su pareja, pero insiste en mendigar el amor del otro, como si realmente no
pudiera vivir si le faltara. La amenaza de separación se vive como una tragedia
insoportable, se lucha por recuperar la relación, se suplica o se acepta una y
otra vez un regreso a la misma relación insatisfactoria, por mantener el ideal
de continuidad de la relación.
Son muchas las razones detrás de la dependencia emocional.
En la infancia se gesta la seguridad fundamental de ser digno de amor en la
relación con los padres. Si el niño se ha sentido excesivamente exigido,
criticado o valorado no por él mismo sino por su desempeño; es posible que ese
vínculo con el otro se cargue de inseguridad y necesidad de aprobación externa.
El aprendizaje del amor también se puede llenar de mensajes inapropiados cuando
se crece viendo relaciones cargadas de melodrama, control y conflicto. Se
aprende un guión del amor basado en la necesidad de otro como requisito para
llenar imaginarios huecos dentro de uno mismo. Desde esas coordenadas me
convenzo de que sin el otro realmente “me muero”. Ahora, ¿por qué plantear un
tema tan escabroso como este en Navidad? Y es que uno imaginaría que en estas
fechas cargadas de significados en relación a la familia y el amor no deberían
ocurrir cosas tristes como ausencias o separaciones. La verdad es que por
alguna misteriosa razón estas fechas de celebración no logran usualmente
posponer decisiones importantes. Tal vez exista alguna explicación astrológica,
energética o estacional que desconozco, pero lo que se ve en consulta es una
tendencia a la definición de las relaciones. En Navidad sabemos qué lugar
ocupamos en la vida de las personas con quienes compartimos. Se sabe si se es
novia, esposa o amante… y también se define la solidez o fragilidad de una
relación. Tal vez sea alguna grabación ancestral, ahora sólo metafórica, de
inviernos que nos obligaban a cobijarnos en el interior para reencontrarnos con
nuestra mas intima realidad. Lo cierto es que se aclara, si no velamos nuestra
mirada con negación, la realidad de nuestras relaciones.
Y si estas fechas, que ponen presión extra sobre las
relaciones humanas frágiles, nos mostraran un panorama de desamor o maltrato y
además nos reconocemos atrapados en una situación de dependencia emocional, ¿qué
podemos hacer? La Navidad con su carga de fin de año, nos sumerge en la
realidad de nuestra vida afectiva, pero también nos proyecta hacia la
renovación de la primavera. Alguna vez te has preguntado: ¿qué es lo que tanto
buscas y anhelas afuera? Pedimos hacia afuera a Dios, Santa Claus, la pareja o
a la familia, regalos que han de venir desde fuerzas externas. Pedimos amor,
prosperidad, salud, regalos, premios, etc. El amor no es una fuerza que viene
de afuera, es una vivencia interna. Sólo el que ama siente el amor, no el que
es objeto del amor. Podemos ver y disfrutar las conductas amorosas de otro,
pero si no sentimos amor no nos mueven mayormente. Nos podemos quedar anclados
mendigando poquitos de amor de alguien seco o poco capaz de dar en nuestro mismo
nivel de amar, porque en el fondo no nos sentimos dignos del amor. Porque tenemos
la esperanza de que nuestro amor será capaz de hacer brotar agua vital de una
roca, porque tememos el final, la soledad o porque nos aferramos a un ideal de
pareja y familia. Yo sí creo que la verdad nos libera. La verdad es poder ver
con claridad las cosas tal como son y no como deberían ser según nuestro guión.
El verdadero manantial brota desde nuestro corazón, de nuestra alma, de ese
principio divino que nos ama incondicionalmente en el reconocimiento de nuestra
maravillosa e irrepetible individualidad. Si conecto en esta Navidad con las
preguntas antiguas: ¿Quién soy? ¿Qué quiero experimentar? ¿Qué estoy buscando? Inevitablemente
me van a redirigir hacia mí mismo/a, a buscar y llenarme de mi propia fuente,
de la cual puedo compartir expansivamente con otro en gozo, en libertad y sobre
todo… sin dependencia emocional. No es el momento de esas proposiciones
titánicas e incumplibles de fin de año como: “voy a hacer dieta” “voy a a hacer
ejercicio todos los días”, etc”. Es el momento
de una elección, no de una petición a Santa, el Niño Jesús o el “destino”;
es un profundo compromiso con mi proyecto personal, con la expansión de mis
potenciales y el encuentro con mi propio Ser. Luego, desde allí puedes elegir
serenamente qué quieres hacer con tu relación.
Tibaire González
Extraordinariamente cierto Dra. Usted ha escrito palabras poderosas y sabias. La felicito de todo corazón y espero seguir aprendiendo de sus letras y buena vibra.
ResponderEliminarReciba un cálido abrazo!